miércoles, julio 18

Desde que te olvidé no me he vuelto a acordar te dí. Esta frase, que a primera vista parece completamente absurda e irreal, lo refleja todo. Entrastes en mi vida una mañana cualquiera, por la tarde ya estaba adorándote, por la noche deseándote...En verdad no tiene ningún sentido que escriba algo sobre lo que no pasó, aunque esto, sin ningún hecho que lo acompañe tiene bastante fuerza por sí solo. De hecho, si fuera andando por la calle con alguien que no te conociera y de repente nos chocáramos y yo te soltara un torpe y callado hola mientras bajara los ojos, ese alguien podría percibir claramente un sentimiento pasado y preguntaría, ¿quién es ese?
La cosa es que lo hacías muy bien, lo hacías tan bien que yo me sentía en el cielo, y eso es muy difícil, eso pasa dos veces en la vida. Sabías hacerme reír, sabías sorprenderme, y sobretodo, sabías como empujarme a mirarme a mí misma, a lo simpática que era yo también, a mis sutiles intentos de seducirte, a mi forma de mirarte directamente a los ojos llena de lujuria. Te convertístes en alguien imprescindible para mí. No me imaginaba un mañana. Eso es muy difícil. Es mucho más fácil hacer miles de planes futuros absurdos, te lo aseguro. Es más fácil hacer pensar en el futuro que congelar el tiempo.
El anillo. Entonces llegó el día estelar, el día que nos unió y separó. Estábamos comiendo. Yo te había llevado a un sitio que tú no conocías. Y de repente me mirástes a los ojos y me dijistes, máldita sea tu estampa: ¿tú has visto este anillo? . No me dio tiempo casi ni de pensar tus intenciones cuando me soltastes: "pues no le he dado tantas vueltas en tres años que en estas tres semanas".
Chapó. Me quito el sombrero chaval. Te ha quedado genial la frase. Lástima que ese fue nuestro último día juntos porque esperabas de la cerilla algo más que fuego, de la lluvia algo más que agua, de la luna algo más que visión. Porque no tengo paciencia para esperar. Ni a tí ni a nadie y no me callé. Y si no te gustó soberbia ese es tu problema.

No voy a ignorar que lo pasé fatal....pero después de un tiempo me dí cuenta que lo que más echaba de menos...era a mí misma.

Que en el camino nos encontraremos....

martes, julio 10

La espalda del tiempo


Foto de Christian Klinger

El treinta de agosto harán dos años.
Veinticuatro meses se habrán cumplido.
Setecientos treinta días desde que te fuiste.
Diecisiete mil quinientas veinte horas hace que no estás.
Un millón cincuenta y un mil doscientos minutos echándote de menos.
Exactamente sesenta y tres millones, setenta y dos mil segundos de soledad.

Y no cuento el tiempo, me queda la imagen de tu espalda y tu recuerdo.

martes, julio 3

Y yo no sé que quieres que le haga si a veces vengo y es la ausencia la que espera ansiosa detrás de tu sombra. Si después viene la rutina de lata y el congelador vacío y ya no hay palabras mayores que tus ronquidos bajo la alfombra, junto a la mota de polvo que un día recogiste en aquella calle de nombre impronunciable. Si no puedo traerte esperanza a manos llenas porque se me escurre entre los dedos, si cuando vengo a por ella me encuentro con peroratas de días pasados. Si yo no quiero que te me mueras pero entre las napolitanas frías de la mañana y la procesión de taxis amarillos no existen los minutos que actúen de placebo hacía tu sed. Y yo que te lo pido, no te me mueras por favor, no me mates las palabras que me han costando tanto sonrojo y tanto trauma inexistente. Que no te me vayas fuera, que lejos no puede uno vivir y el recuerdo poco a poco se hace reflejo de una realidad que ya no existe en nosotros, que ya no nos toca pero que nos mira y nos sonríe con esa sonrisa tan corrompida, tan como de burla, tan como de santaritarita que uno no sabe y se afana en rasgar pero entonces el pasado se hace losa indestructible. Que yo creo en todas las dimensiones que tu me digas pero no te me mueras, pecera mía, sin un espejo en el que mirarte entre los buses y el gris-azul-cielo. Así te lo pido, no me dejes sin bálsamo de aire.