sábado, enero 26


EL GRAN PEZ (Todo sobre mi padre)


"Al cabo del tiempo, el historiador se convierte en historia y no sólo nos importa saber cómo era el campamento de Atila sino cómo podía imaginárselo un caballero del siglo XVIII." Jorge Luis Borges en su prólogo a la Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, de Edward Gibbon, 1776-1783.


1. Cada vez que el hijo le preguntaba a su padre cómo fue su nacimiento, éste le contaba una gran historia: que había ido tras un enorme pez dorado, luchando con el portentoso ser contra el que pescador alguno había podido nunca. Por eso no había podido llegar al parto. El médico le cuenta al hijo cómo ocurrió realmente: un parto normal, sin complicaciones, con los elementos propios de un parto exitoso. “Un parto perfecto”, y agrega, “personalmente, si tengo que elegir entre lo que te conté y la historia que te contó tu papá, me quedo con su historia”.
2. El padre cuenta historias al hijo y, por supuesto, siempre participa en un rol protagónico. El hijo se maravilla con los cuentos un poco fantásticos, con esas interpretaciones libres de la realidad. Al crecer, el hijo le pregunta cómo fueron los hechos, esperando con ello saber cómo es realmente su padre y, consecuentemente, saber cómo es él. Y el padre contesta con sus particulares historias. El hijo quiere que le cuente lo bueno y lo malo y el padre, para entretener, adorna las historias con condimentos que no respetan la simple realidad.
3. El hijo se ha transformado en un contador de historias, arrogándose la capacidad de contar hechos sin fabulaciones. Aún así, el hijo contador de historias le pregunta al padre contador de historias cómo es la historia real. Así llegamos al final de la película (el final de la historia) y el hijo ve con sorpresa cómo las “historias” que le contaba su padre no sólo cobran vida, sino siempre fueron, en cierta forma, completamente ciertas.

El hijo espera que el padre le cuente la historia “real” para saber qué constituirá y, más precisamente, qué lo constituye. El hijo espera que los hechos tal como sucedieron lo constituyan, que los hechos reales sin adornos lo constituyan en cuanto a su conocimiento e historia. En los momentos de su constitución, el hijo no quiere un contador de historias sino un transmisor de conocimientos. Ahí surge un error conceptual imposible de soslayar: la creencia de que los conocimientos objetivos y los hechos puros son los que nos constituyen. Consideramos, de forma errónea (nuevamente), que la enseñanza consiste en transmitir contenidos; el que sabe transmite conocimientos al que aprende, y forma al educando, le transfiere contenidos y lo alimenta curricularmente. Pero no lo constituye necesariamente. Para constituir a un individuo, para hacer posible la encarnación del conocimiento, tanto o más importante que la historia es la forma de historiar. Tanto o más importante que el conocimiento es lo que el padre le ha entregado: un know how, un procedimiento que le permite encarnar el conocimiento y una forma de ver la vida. Lo que no ha sucedido de una manera, si está en la historia que contó el padre, de alguna manera le ha sucedido al hijo y, como le ha sucedido, lo constituye.
Aunque pueda parecer obvio, llega el momento en que el hijo logra captar lo importante de su manera de contar. Más importante que lo que se cuenta, es cómo se cuenta, cómo el narrador padre se convierte en historia y entrega conocimientos al narrador hijo.
El Gran Pez, de Tim Burton, por sobre todo es una hermosa fábula sobre la relación padre-hijo. Por sobre la fantasía y la ágil edición de fotogramas están las historias-conocimientos que se transmiten de un padre a un hijo.
Hoy me sorprendo contando las mismas historias que me contaba mi padre o, cuando menos, contándolas de la misma forma. Las mismas historias que en algún momento (por un ocioso, aunque necesario, ejercicio intelectual) me parecieron fábulas, hoy constituyen mi manera de contar. Para esto es necesario, a veces, ver una película. Para reconocer al Gran Pez.

4 Comentarios:

Blogger bettyylavida dice...

Vaya sorpresa! Me alegra ver que la pecera, aunque cuesta, todavía alberga cuentos como éste.


Re-bienvenidos.

10:13 a. m.  
Anonymous Anónimo dice...

Tim Burton me parece un maravilloso fabulista y cuentista, sus libros e historias me fascinan y hacen reír.Un beso timterneano!!

5:55 p. m.  
Anonymous Anónimo dice...

al leer esto recordé esa hermosa película y lo hermoso que puede ser verse reflejado en la pantalla y reconocer la propia historia en las fábulas.
Un gran beso.

3:49 a. m.  
Anonymous Anónimo dice...

vaya , otra vez yo ...

el pez mas enorme jamas pescado..
BIG FISH! CARAI!
te acuerdas del final?
de lo que el padre vió en el ojo de vidrio de la bruja atemporal que al final , desarraigada vive en su casa que la madreselva se come?
vió lo que había de ver , y no era nada que eso, fábula conjugada en un pretérito perfecto!
un hijo llevando a un padre a la muerte...
y siguiendo lo que el quiso,
que ese pez, no muriera,

como las grandes , como tu bien dices, exageradas HIPERBOLIZADAS,
mantenían a esa persona en un mundo de fantasía , y da igual pero al final de todo,
al hijo , le salvó,
y sus nietos , y sus biznietos saben hoy de ese pez, maldito que huye de cualquier tipo de anzuelo,
y es gordo y viejo y mas sabio por viejo o gordo y viejo y feliz de ser libre en el río..

10:55 p. m.  

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