Primo del pánico y vecino de la decepción, así es el des-amor.
Su prefijo indica que hay otra palabra más simple y más pura, no solo lexicológicamente hablando claro, pero menos sufrida y quizás menos inspirativa en las grandes letras.
Es como un charco de barro en medio del desierto: inadmisible.
Lo miramos asombrados esperando que nos salpique con algo mejor, pero tan solo nos abofetea de la formas mas banal.
Nos enfrentamos a él en una batalla perdida: cuando mas débiles estamos, sudorosos y angustiados de nuestros propios errores.
Así son las cosas, es como un toque de llamada en el latir de algo que, quedara en una cajita vieja con letras, recuerdos y flechas hincadas.
Lo odiamos y lo necesitamos a la vez: es como una cucharilla de heroína en mano de alguien que no tiene nada mejor que hacer.