El viento, el tiempo suave acunó los abrazos y las risas.
Y dormimos tranquilos, silenciosos,
sin esperar el golpe de la aurora.
Se desnudó, de pronto,
la luz de la mañana,
y cayeron enormes, negros pájaros,
que enturbiaron los aires.
Voces exageradas, roncas manos de hielo
vibraron al unísono.
Y la mentira suelta congeló los espacios.
Yo estaba allí.
Pero tú ya no estabas.