jueves, agosto 30

Alba

Foto de Dorel Rosu

Besos de olas rompiendo
el dulce acantilado de tu cuerpo.
Caricias de madrugada
llenan el cielo de estrellas.
Amores en blanco y negro
en la noche de colores...

jueves, agosto 9

CONVERSACIONES EN EL SAUNA



- ¿Y viste otro? – dijo don de Felipe reposando en la banqueta larga de madera.
- No, creo que hace unos meses ya no vienen tantos.
- ¿Y tú como sabes? – dijo el moreno, que relajaba una tremanda barriga entre sus piernas tapadas por el bramante.
- Es que ya no me están viendo el empaque.

El grupo rió y don Felipe dijo:

- Ahora venir al sauna es un problema, hay que estar atento, antes era normal, pero desde que existe este gimnasio y el metrosexualismo…
- Se vienen todos los chuecos para verle la rodilla a los hombres
- Si, todo el rodillón – dije, y me reí.

El moreno de la panza enorme sonrió un momento, tomó su cebada helada y dijo:

- Hablando de chuecos – y señaló a la cámara seca – creo que el gringuito que acaba de entrar con su toalla te estaba mirando el paquete.
- Si – dijo otro señor que se relajaba a un lado – además me parece raro que entrara a la cámara acompañado de su amigo.
- Un poco torcidos…
- Aja, y por ahí lanzo un par de miradas a este grupo – dijo don Felipe

Hubo una gran risa del grupo.

- Creo que al que miraba era a ti -dije mirando al gordo moreno - no pasas desaparcibido.
- Puede ser – dijo don Felipe – pero la cosa es que hay que tener cuidado.

Los días en el sauna eran siempre iguales, pasar por la eterna rutina masoquista y deliciosa de ver como tu cuerpo sudaba cada vez que ingresabas por unos cuantos minutos a la cámara seca, la húmeda y luego a la ducha española con agua helada para despertar del relajado proceso. Algunas mañanas había poca gente, y era allí que aparecían entre la bruma de la cámara de vapor algún infiltrado con tendecias feminas que llegaba con otras intensiones y reposaba desnudo mientras te decía algo con voz fingida. En esos casos lo recomendable era salir y esperar junto a algún conocido a que se retirara. Antes era común, pero aún seguía la costumbre en algunas saunas conocidas de la ciudad.

- Bueno - dije después de unos minutos de escuchar las especulaciones – creo que ya esperé y me estoy enfriando, así que me meto a la cámara seca.
- Yo te recomendaría que no – dijo el moreno.
- No te preocupes – reí – felizmente está vacía la cámara y en mi no se estan fijando.

Me levanté de aquel lugar, cogí mi toalla e ingresé a la cámara seca. No había nadie allí y el calor en exceso del cubículo me hacía sentir mejor. Era normal que uno se sienta así cuando sabe que es por su bien, o por placer. El sudor sale y tu mente se despeja.

Además de que esa noche el lugar era para mi, vacío y las piedras secas me incentibaron a la introspección.

Pronto escuché un diálogo en la cámara de al lado y me desconcentré de mi propio silencio:

- ¿Creo que ese tio es raro no?
- Bueno – dijo otra voz - hace rato me mira, por eso me moví de sitio.
- Si, últimamente abundan muchos raros por acá.
- Ya me estoy dando cuenta.

La conversación continuó y no me distrage. Y al salir de la cámara vi que los que hablaban eran los chicos que habían entrado y que uno de ellos era el gringo al cual acusaban hacía un rato de raro.

Lo vi, muy masculino, opinando sobre la preferencia sexual torcida de los señores y sonreí. Luego me fui a duchar y a afeitarme un rato pensando en mis cosas. Y una vez caminé al camerino, escuché que alguien cantaba adentro de las cámaras. Me extraño eso y un señor que salió me dijo.

- Me parece que el moreno panzón se emocionó con los muchachos que estan adentro, y hasta les canta.
- ¿les canta? – le dije.
- Asi es. Parece que en verdad es medio medio…

Moví la cabeza mostrando extrañeza, sonreí y salí de aquel lugar.

Y claro, en el camino recordé que uno nunca sabe para quien trabaja, todos creen que todos son lo que uno piensa y al final nadie es, salvo algunos casos, y de esos hay que estar atento porque nunca se descubre cuando estan. Es decir, siempre hay un roto para un descocido.

Pero, creo que por hoy es suficiente y mejor me voy de esta sauna.

Por ahí, deben existir muchas otras historias contradictorias para seguir contando.

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miércoles, agosto 1

El Negro Fontanarrosa



“Se me ocurrió hablar sobre las malas palabras”, comenzó, distendiendo el ambiente del teatro El Círculo. “No sé qué tiene que ver con esto de la internacionalización, pero una persona que logra decir correctamente esta palabra puede subir al escenario y hablar”.

“Lo que he insultado cada vez que se me va un texto de la computadora”, confesó Fontanarrosa.

“Yo casi siempre hablo desde el desconocimiento”, aseguró el Negro. “¿Por qué son malas las palabras? ¿Les pegan a las otras? ¿Son malas porque son de mala calidad?”, se preguntó.

“Tienen actitudes reñidas con la moral, pero no sé quién las define como malas palabras, pero parecen los villanos de la película.” Fontanarrosa opinó que las “palabrotas” con aumentativos no dejan de ser un reconocimiento.

“No hago una defensa incondicional y quijotesca de las malas palabras: algunas me gustan, otras no”, aclaró, y recordó que su padre era un “malhablado” porque provenía del deporte y usaba muchas malas palabras. Además, pidió que se siguiera empleando “bocasucia”, una antigua manera de decir que alguien puteaba.


“También se dice que el idioma es vulgar. No sé quién define lo que es vulgar o no. Tampoco sé cuál es el origen de las malas palabras.” Y mencionó expresiones del tipo “habla como un carrero” o “palabras subidas de tono”.

“Las malas palabras brindan otros matices y hay algunas que son irreemplazables: no es lo mismo decir que una persona es tonta o pelotuda. Tonto puede ser una disminución neurológica agresiva, pero el secreto de la palabra pelotudo está en la letra ‘t’”, agregó el escritor rosarino. “Mierda es una palabra también irreemplazable. El secreto está en la ‘r’ fuerte, porque en otros lugares es más débil, como la pronuncian los cubanos, que la hacen más suave, como los chinos.”

A esta altura, todos reían, aplaudían y zapateaban contra la prolija alfombra roja del teatro. Finalmente, exigió que se reflexionara sobre la condición terapéutica de las malas palabras, que sirven para descargarse, según se lo aconseja su psicoanalista. “Pido una amnistía para la mayoría de las malas palabras e integrémoslas al lenguaje.”

(Extractos de Página12)

En el cielo tienen que estar de fiesta...

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