Huellas

Por más de una vida caminó pisando sus huellas simplemente para no perderle el rastro porque lo amaba. Miró por sus ojos, habló por su boca, acarició por sus manos, sintió la primavera y el invierno por su cuerpo, era su mundo, su agonía y su liberación.
Pero él no la amaba, simplemente la recordaba de una época lejana donde se terminaba una adolescencia tardía y comenzaba una vida responsable y promisoria.
Y con el desamor llegó el momento de poner en una valija los sueños partidos por la mitad, las canciones elegidas para escuchar de a dos, las velas que alumbrarían una cena que nunca preparó y marchar.
Había llegado la hora de desandar el camino de esas huellas que poco a poco, y con cada lágrima que dejaba escapar, iban borrándose del camino de su pasado.
Mientras tanto él, después de tantos años quiso caminar ese camino que conocía de memoria y no supo dónde pisar. La única persona que lo había amado de verdad se había llevado todas las señales y sin poder evitarlo se perdió en la pena y en su propio y antiguo desamor.