sábado, julio 15




CARTAS SIN ESCRIBIR... Y FLORES

Esta mañana, mientras deambulábamos con más pena que gloria por los pasillos del instituto, ha entrado un muchacho con una cesta llena de flores. Ha causado una pequeña conmoción, ya que está por llegar la primavera a un recinto donde se mueven más de mil adolescentes. Era uno de esos servicios de interflora en los que utilizan el lenguaje de las flores, ahora que el humano parece haberse agotado entre las nieblas del progreso, para comunicar los sentimientos más íntimos.
Pues bien: eran para una profesora que ha recibido el recuerdo del hombre que la quiere y que, al parecer, está lejos de ella y la echa de menos. La dichosa muchacha estaba emocionada, casi como hace unos días cuando me hablaba, al borde de las lágrimas, de las dificultades de su vida en común. He querido pensar que las cosas se iban arreglando. Y me he acordado del único hombre que me ha regalado flores de una forma continuada durante muchos años.
Todo empezó cuando hacía COU, tenía 18 años y frecuentaba los círculos poéticos. Había un chico, así me lo parece ahora, ocho o nueve años mayor que yo, que escribía unos poemas preciosos y que tenía unos hermosos ojos verdes llenos de tristeza. Era ortopedista de profesión. Por supuesto que a mí me gustaba pero no pensé que él me hubiese mirado más de una vez. Hasta que nos fuimos de viaje de estudios a Mallorca. Allí, en un hotel de la playa del arenal, recibí un enorme ramo de rosas rojas delante de todas mis amigas, que se morían de envidia, al igual que yo me moría de vergüenza . Llevaba una tarjetita, que todavía conservo: en el anverso ponía mi nombre, en el reverso el suyo. Nada más.
Cuando volví del viaje me iba a buscar al instituto, de tarde en tarde, con el pretexto de entregarme algunos escritos para el grupo poético que frecuentábamos, hablábamos un rato de pie, paseábamos, a veces, y nada más. Pasaron los meses y yo estaba demasiado impaciente para pasarme la vida esperando a que él se decidiese a hablar y empecé a salir con otro chico. Seguía viéndolo, pero ya no iba a esperarme ni me llamaba a casa, ni me escribía largas cartas en las que me contaba su vida de una manera maravillosa. Inmersa en nuevas experiencias, recuperándome de un fatal accidente que me retuvo casi un año sin poder andar, no tuvo para mí mayor importancia. Hasta que llegó el siguiente 13 de abril: otra vez estaban allí las rosas, pero esta vez de color rosa. Llevaban una tarjetita: en el anverso ponía mi nombre, el reverso estaba en blanco.
Desde entonces y a lo largo de los años, he recibido las flores. Algunos veces ha fallado, es cierto, pero nunca he sabido por qué: ni lo he visto ni me habría atrevido a preguntárselo. La última vez que lo vi fue cuando iba a casarse: me llamó para decírmelo y tomamos un café juntos. Era a principios de abril y yo, que nunca he hablado del tema de las flores con él, pensé que ese año no las mandaría, pero llegaron, aunque desde entonces han sido rosas blancas.
Hace cuatro años la ortopedia estuvo cerrada por luto unos días y, al vivir en una ciudad pequeña, pronto me enteré de que el dueño había muerto en un accidente de tráfico. No me han vuelto a regalar flores desde entonces. Por eso supongo que era él quien me las enviaba.
Cuando me siento sola, saco las tarjetitas, amarillas de tiempo, e imagino las palabras que podían estar escritas en ellas. Y recuerdo sus ojos tristes tal y como eran hace quince años
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7 Comentarios:

Blogger bettyylavida dice...

madre mía, manuela, qué escrito más conmovedor, si es que me he quedado helada, qué sinceridad, qué delicadeza, además,esperaba un poema y no esta carta,este homenaje público a un amor que no llegó a ser amor por cosas que pasan en la vida, un amor platónico precioso, me ha conmovido mucho, gracias por publicarlo aquí, de corazón

12:42 a. m.  
Blogger Jorge Santana dice...

manuela querida, me estrujiste el corazon como lavandera de rio, que emocion debe ser saber que te aman, que emocion debe ser recibir algo asi, que romantica historia digna de una pelicula, asi una pelicula sensualona, como me hciste acordar de la unica vez que he mandado flores, y la chica penso que era por amistad jajaja, los amores como no se me dan, pero bueno, tremendo alboroto que debe de haber causado en el colegio, recorde una tarjeta que conservo pequenita, donde solo dice "te quiero" esas son las palabras mas poeticas que mi padre le puede decir a mi madre, le mandaba muchas flores con esas lineas, ya me puse todo melancolico, pero bueno cest la vie!

1:01 a. m.  
Anonymous Anónimo dice...

¡Qué historia! Uf, no puedo comentar nada. Es preciosa. Me ha dejado sin palabras. Gracias por compartirla.

12:01 p. m.  
Blogger lunilla dice...

lleno de magia..añoranzas..y calidez....hermnoso escrito.

2:30 p. m.  
Blogger Sir Alsen Bert dice...

Vaya relato, vaya amalgama de sentimientos, vaya tristeza de alma, pero qué feliz te sentías cuando olías ese amor.
Qué enamorado estaba de tí, madre mía, qué amor más puro.

1:25 a. m.  
Blogger María Mujer dice...

¡Què calidad!

Esto està muy bueno.

Que hermoso ¿no...?

5:52 a. m.  
Blogger Franci dice...

me hiciste llorar... y aun lo estoy haciendo....

1:08 p. m.  

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